Algo (malo) pasa cuando nos llaman intensas o cuando nos sentimos como tales. Especialmente cuando nos lo dicen hombres, especialmente cuando tantas mujeres relatan malestar al ser interpeladas con esa palabra. Es un malestar difuso pero al mismo tiempo muy asociado a acciones como pedir, señalar, enfadarse, quejarse, mostrar emociones, sentir, poner límites. Parece pertinente preguntarse si detrás de esa palabra algo escurridiza –no tiene a priori ninguna connotación negativa– se ha construido un relato que sirve para hacernos sentir mal, para cuestionarnos. El 'intensa' nos muestra amablemente dónde están los límites y qué sucede si los cruzas.Nuestra mística de la feminidad no tiene que ver con la careta de felices amas de casa, pero sí con la pelea por nuestra identidad: no queremos ser para otros, queremos reconquistar lo que se nos dijo que debíamos ser. No queremos que nos digan cómo debemos sentir, queremos poder vivir lo que sentimos. No queremos quitarle importancia a lo que nos pasa, queremos que lo que nos pasa tenga el lugar que merece. No queremos sonreír para adornar la vida de los demás, queremos adornar la nuestra y guardarnos las sonrisas para cuando nos apetezca. No queremos sentirnos señaladas por quejarnos o pedir, queremos que la queja y la demanda sean señales que atender. La insatisfacción, el abatimiento y el malestar intangible con el que convivimos son producto de una sociedad que nos lo sigue poniendo muy difícil y para la que, curiosamente, las difíciles somos siempre nosotras.¿Hemos renunciado nosotras a sentir? ¿Nos han convencido de que estamos pidiendo demasiado? ¿Nos han hecho creer que tenemos que renunciar a nosotras mismas para poder encajar? ¿Renunciamos en ocasiones como estrategia de supervivencia?, ¿Es el malestar que sentimos de fondo el resultado de inhibirnos, el fruto –podrido- de la incomprensión que recibimos? ¿Puede ser la intensidad una estrategia feminista en lugar de algo de lo que avergonzarnos?Sobre Feminismo vibrante:«Este libro busca situar a la mujer como sujeto de deseo para romper estereotipos porque aún, hoy en día, cuando una mujer escribe sobre sus hábitos sexuales acaba enfrentándose a ciertas consecuencias.» Ahora qué leo (La Sexta)«Trata de contribuir a una conversación colectiva que reivindique el derecho al placer negado a tantas mujeres.» Efeminista«Ofrece una explicación sobre la brecha orgásmica, desgrana los "destratos" que caracterizan muchas relaciones esporádicas, pide resignificar prácticas sexuales como el sexo oral y celebra la irrupción del Satisfyer y la exhibición de placer propio.» Cuarto poder«En Feminismo vibrante se prodiga en verbos con los que reivindica el placer como eje de un feminismo de todas. Por difícil que eso parezca.» El Salto Diario«Explica en su libro la necesidad de que el feminismo reivindique el placer entre sus prioridades y que siga peleando para que el miedo no controle a las mujeres.» Eldiario.es«Ana Requena ha articulado en el libro un enérgico recordatorio de que su revolución es inseparable del deseo y del placer.» El diario de Mallorca