Desde los tiempos de la antigua Sumeria, la falange de infantería pesada dominó el campo de batalla. Armados con lanzas o picas, dispuestos hombro con hombro y los escudos trabados, los soldados de la falange presentaban una pared impenetrable de madera y metal al enemigo. Esto es, hasta que la legión romana hizo su aparición y desafió su hegemonía.
Myke Cole examina las tácticas, armas y equipo, organización y formas de desplegarse de la legión y la falange durante la época en que se enfrentaron. A continuación, basándose en fuentes originales, narra con detenimiento seis batallas en las que lucharon legiones y falanges para mostrar cómo y por qué la legión romana, con su organización flexible, sus tácticas versátiles y su disciplina de hierro llegó a eclipsar a la hasta entonces invencible falange helenística.
"Tu ejército es el mejor entrenado y equipado, y el más querido de los dioses. Sus guerreros son inamovibles como una montaña, indestructibles como la propia tierra. Están entrenados para moverse y luchar como un organismo. La falange no conoce la derrota.
Frente a ti está un ejército de romanos. Bárbaros que ni siquiera hablan griego. Llevan burdos cascos de bronce, extraños armatostes por escudos. Van armados con jabalinas como si fueran hostigadores, y con cuchillos largos que estás más acostumbrado a ver en manos de carniceros y curtidores que de guerreros. Con esas cositas tendrán suerte si consiguen acercarse a tus hombres, y no digamos ya herirlos. Las puntas de hierro de las lanzas de tus soldados los ensartarán antes de que puedan aproximarse siquiera.
Y en la primera batalla, quizá también en la segunda, así ocurre. Pero, mientras tú los miras, los romanos aprenden. Se adaptan. Batalla tras batalla, asimilan y aplican las lecciones de sus derrotas.
Y pronto, aunque pierden, ya no resulta tan fácil.
Y antes de que te quieras dar cuenta han dejado de perder."